viernes, 19 de diciembre de 2008

23.- Fuera de combate

Ayer me acosté a las 12: 30 de la mañana cuando salí de trabajar. Hacía tiempo que no iba tanta gente a la discoteca, quizás por las vacaciones. Todos los estudiantes se animan a pasar su último fin de semana en la ciudad donde estudian para matarse a cubalibres, porque es la realidad. En cambio, otros prefieren pasar ya todas las fiestas y los días libres en su pueblo o ciudad. Evidentemente, para después matarse a cubalibres.

El jefe me dijo que tenía que ganarme los turnos de navidad de una forma sutil y cariñosa. Que cabrón. En fin, que me mojé un poco y me fui a vender entradas y a cerrar cenas de despedida y demás eventos. La cosa no fue muy bien, porque la racha que pasamos es dura, pero de repente, milagro: una marabunda de gente en la puerta. Recuerdo a uno de los relaciones públicas, lo había metido yo aquella noche: "¡Tío, esto que coño es! Dame entradas que ya no me quedan, ¡corre!" Un show, vamos.

Total, que aquella noche trabajé y no tenía que haberlo hecho, pero como me hace falta el dinero me metí a echar una mano. A parte 50€ extras por la venta de entradas, así si da gusto trabajar, como si la jefa me quiere morder, que me da lo mismo. Es dinero fácil. ¡Ah! por cierto, el jefe estaba contento porque nos regaló una cesta de navidad que tenía de TODO. Un día irreal.

Pero para irreal, cuando tuve que ir a clase a hablar con una profesora. Sí, señoras y señores. Éramos cinco y sólo nos presentamos tres. La gente me miraba mal por la calle, pero a eso ya estoy acostumbrado, así que no me sentí mal. Lo primero que le dije a la profesora nada más verla fue: "Profesora, aunque no se lo crea, vengo de trabajar, se lo puede decir cualquiera de esto". Se rió y no me dijo nada. Yo, de todas formas, jugueteaba con el abridor en la mano por si no se lo terminaba de tragar.

Buen fin de semana a todos/as.

Atentamente,
-Spike-

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